domingo, 28 de enero de 2007

“NADIE MIRA LA CIUDAD DESDE LOS MARAVILLOSOS ALREDEDORES”

Esta observación, que es queja y lamento a la vez, sirvió de título a una nota publicada por el Arqto. Rodolfo Livingston, en “EL CRONISTA CULTURAL”, fue el 20 de mayo de 1990 y en ella denunciaba la falta de interés e iniciativa de ciertos funcionarios capitalinos al no explotar en beneficio de la cultura ciudadana y poner al servicio del caminante, todo lo que puede obtenerse desde un puesto de observación.
Se refería a las partes altas de muchos edificios de la Capital Federal, exponentes de notables arquitecturas, en aquel trabajo sugería la instalación de telescopios, ventas de postales por pocas monedas, con lo cual se solventarían los gastos de mantener dicho servicio en condiciones.
Decía Livingston: … “esa necesidad de trepar y de verse enteros es un impulso ancestral. Siempre que un chico ve una lomita se trepa y cuando ve un balcón se asoma. Son impulsos naturales en nuestra especie como lo atestiguan los dólmenes y menhires, monumentos prehistóricos que se colocaban en lo alto de las montañas…”
Así notamos que en “SOBRE HÉROES Y TUMBAS”, Sábato teje la urdimbre de una tragedia ocurrida en la casa de una familia de antigua prosapia y para ello se inspira en una finca del siglo pasado.
Para ahondar en lo misterioso le agrega un mirador.
El mirador da a su escenario otra significación y le proporciona diferentes connotaciones con su dominio de las alturas, con la protección que da al observador esa actitud de atrincherarse, de “vigía no visto pero que sí ve”.

Pudo haber utilizado cualquier otro cuarto para ubicar el encierro, pero aquel ambiente elevado y aislado del resto de las habitaciones, le brinda con su altura, diferentes tópicos que lo hacen más propenso al deleite de la imaginación.
Pancho Villa sube a caballo a lo alto de una montaña y desde aquella elevación “descubre” asombrado el Océano Pacífico.
En aquel faro que está situado en el fin del mundo, Julio Verne narra los hechos que se dan en la isla, pero tienen otro sabor cuando desde lo alto de él ve acercarse a los malhechores que en cualquier momento subirán por sus escaleras.
Este avistar desde las alturas, treparse a los campanarios o fotografiar chimeneas y antenas es un placer que muy pocos viajeros o visitantes practican en sus horas de ocio creativo y brinda un oculto encanto que pocos captan y sólo lo brindan las metrópolis.


“DEL BARRIO DE LA LAGUNA AL PARQUE DEL SUR”

Otro arquitecto, pero nuestro, el santafesino Luis María Calvo, director del Museo Etnográfico Provincial, buceador y enamorado de los orígenes de nuestra ciudad, refiere bajo este título en “El Litoral” del 17 de abril de 1989, respecto al presunto faro que tiene nuestra ciudad al final de la calle San Jerónimo, sobre la barranca y junto al anfiteatro: “ … otros hornos se instalaron en lo que hoy es calle San Jerónimo, al sur de Uruguay, en terrenos que terminaban en anegadizos y lindaban por el este con el hospital…”
“ … En la segunda mitad del S. XIX en el lugar de los hornos de Rodríguez y de Picazo se instaló la fábrica de tejas de Manuel Cervera –padre del historiador del mismo nombre- donde se las hacía al tipo de las francesas que entonces se traían de Marsella”.
“ … De estas instalaciones, continuadoras en el lugar de los hornos del período hispánico y poscolonial, queda todavía hoy una de sus chimeneas, convertida en faro, junto al anfiteatro Juan de Garay”.


LA CHIMENEA DE LA FÁBRICA DE CERVERA, Y EL USO QUE A SUS ALTURAS Y ALREDEDORES LE DIERON LOS MUCHACHOS

La fábrica ya era pasado y su chimenea ya había servido.
Ismael M … (a) “El Cachado”, que tuviera por escenario de sus correrías las inmediaciones de El Quillá, el Balneario, y todo el Parque del Sud, gustaba de subirse a la parte más alta de la chimenea, pava y mate en mano, hacía malabares para abarcar bizcochos y
azucarera en incómoda posición, abajo sobraban bancos, pero él sabía de estas diferencias y era en cierta forma, un precursor de las ideas del Arqto. Livingston aunque ninguno de ellos supiera de esto, ni se hayan cruzado jamás el uno frente al otro.
Aquel paraje, hoy solitario por alejamiento de muchos de sus habitantes, donde la calle San Jerónimo desciende en pronunciada barranca, era el pago de Perico Bandurria “el tambor de Belgrano”. Aquella cuadra de la altura del 1100, siempre me brindó un nunca develado misterio que de niño ejerció sobre mí cierta fascinación. Si bien las inmediaciones del Convento de San Francisco aún hoy me traen reminiscencias del tigre asesino, este entorno todavía se manifiesta para mi solaz, con muchos de sus tópicos de aquellos días.
Siempre concebí a la Cárcel de Reading, que inspiró a Oscar Wilde para escribir su “Balada”, con la misma fachada, con la misma arquitectura de la Correccional, remedo de las prisiones inglesas. Aquellas dos largas cuadras formando una sola, con su concierto de chicharras a la hora de la siesta, las chicas yendo a la playa, volviendo con sus cabellos húmedos, su arboleda secular, el alambre de púas rematando la parte superior de las rejas, algún jirón enganchado en intento de fuga, me sumían en un estado de curiosidad, impotencia y ganas de ser mayor.
Muchas veces con otros amigos, nos deteníamos a mirar y a soñarnos como príncipes al rescate de doncellas, prisioneras en aquel castillo.
Pero había dos chicos que en los años de su “edad difícil”, entiéndase: pubertad, experimentaban “esa necesidad de trepar”.
Hoy son hombres de bien y la sola lectura de estas evocaciones provocarían en sus mejillas de padres, masculino y viril rubor, por ello no diré sus nombres, pero para diferenciarlos llamaré a uno: ONAN MAS TURBAY, que se dedicaba a obtener fotos de 6 por 9 con su cajón Kodak, dado el tamaño de las mismas, las hojas y ramas que interferían en su obtención, la distancia y la falta de elementos como fotómetro, telémetro, etc., proporcionaban unas vistas que él describía como “presas que están un kilo” y cuyas anatomías se reflejaban con claridad jeroglífica.









El otro, y es el que más me preocupaba en aquellos días, era ERASMO ORGAZ, porque parecía que a veces arriesgaba su vida.
Éste no quería “verse entero”, sino más bien mostrarse a las reclusas, y lo hacía a medias, exhibiendo sus partes bajas, donde los pensadores griegos decían que moraba la concupiscencia.


Erasmo sentía un “impulso natural”, ellas lo veían encaramado como a un simio, decía Chichino Rivera que había veces que la chimenea temblaba, pero a esa edad y a cambio de ciertas emociones, un muchacho es capaz hasta de caminar sobre una cuerda floja.
En aquellos días faltos de estímulos televisivos, trepar para mirar era su más preciado objeto lúbrico.
Cuentan sus amigos que semejante riesgo se veía muchas veces compensado.
Cuando no estaba la celadora que recorría los patios, Erasmo ya conocía horarios de recreos y días de franco interno, muchas de ellas condescendían interpretando sus gestos y señas.
Mucho tiempo gozó de estos estímulos visuales, ellas liberaban para sus ojos todo el primor que proporcionaba la engrillada belleza de las carnes cautivas que envejecían purgando condenas tras aquellos muros que encerraban deseos reprimidos y aherrojados, así muchas veces se habrá creado en Erasmo el interrogante de por qué los hombres no vuelan como los pájaros de rama en rama, o desde lo alto de una chimenea al piso de un patio de cárcel, magüer corriendo el riesgo de ser bajado de un hondazo.
Muchas veces decía que iba a estudiar para recibirse de abogado especializado en sacar presas de la Correccional.
Erasmo decía que las amaba a todas, a “la Paya”, “la vaso de agua”, “la guadaña”, “la India”, él desconocía sus nombres pero las había rebautizado en base a ocurrencias o virtudes que en ellas imaginaba.
“La Paya” lo enardecía cuando le gritaba: … “Tirate! … llevame con vos, vení a buscarme!” … y él enloquecía de impotencia y rabia.
Nunca estudió para recibirse de abogado de presas de la Correccional, ni de nada.
A la chimenea le emparedaron su acceso.
En su interior quedaron lapidados muchos recuerdos de mi infancia y la impaciencia del que ignora que con los años todo llega.
*Del libro: "El Barrio Sur"*
Autor: Rodolfo Mauricio Rueda.
Santa Fe, Argentina.

domingo, 21 de enero de 2007

El alma de las casas y las cosas

En el barrio sur, coexisten dos casas que en un principio se comunicaban por una pequeña puerta que se hallaba en los fondos de ambas.
Allá por 1894 en su terreno, - que era uno solo -, había un caserón con paredes de adobe, y éstas con un ancho de setenta centímetros.
Árboles de sombra y leña, y algunos frutales, y muchas plantas, absorbían el castigo de los rigores del verano, y al volcar sus hojas en otoño preparaban la entrada tan deseada del sol en el invierno.
En aquel caserón nacieron trece hijos criollos, hijos de un castellano nacido en 1874 y de madre


cordobesa nacida tres años después.
El fundador de esta familia perdió a sus padres a la edad de diez años, quedando solo y desprotegido, lo recogió un anciano que se hizo cargo de él, de boca de éste pude llegar a saber que alguna vez se ´´conchabó´´ en la antigua alfajorería Merengo, que autorizado por su dueño comió tanto dulce de leche en su primer día de trabajo, que a partir de entonces nunca más volvió a probarlo.
Con el tiempo se hizo peón de cochero y más adelante, patrón, llegando a tener tres Mateos. Decía que los primeros coches a los cuales llamaba Milór,- seguramente se llamarían My Lord o algo parecido-, y con llantas cubiertas en goma, fueron los suyos, y traídos de Buenos Aires.
A partir de calle Urquiza hacia el oeste, comenzaba la zona de quintas, por ese motivo se ensanchan las veredas y por ello aquel hombre pudo tener su casa en aquellos lugares, y dentro de ella, cochera, corral y galpón para el forraje.
Cuando el mayor de sus hijos se graduó y comenzó a trabajar, en aquellos días sin envilecimiento de la moneda, compró ambos terrenos a su padre y comenzó a construir.
Primero mandó a hacer una de las casas, con claraboya en el techo del vestíbulo, y vitrales en el escritorio, con garzas y zancudas en un lago, rodeadas de victorias regias y alentadas por los rayos del sol, cuando recibían la claridad del patio.
Con el tiempo construyó otra del mismo estilo y junto a ella en el lindero norte.
La construcción primigenia le sirvió para tomar como punto de partida y modelo de futuras modificaciones, estéticas y económicas.
Varios fueron sus moradores, todas ramas de un mismo tronco, con sus hijos y descendencias.
Ya en 1999 decidieron cerrar la galería porque se decía que el frío y las lluvias cuando arreciaban en temporales, entraban a las habitaciones.
Al poco tiempo, luego de considerar varios presupuestos, comenzaron los trabajos y así fue que un día quedó terminado el ansiado cerramiento, que no tenía estructuras de hierro y vidrios ingleses de colores, sino con aluminio y vidrios de ventanas.
Pero fue a partir de aquellas modificaciones que cambiaron muchas cosas dentro de aquella casa y en el ánimo y tranquilidad de sus moradores.
En cuanto a hoy, según de qué cuadrante soplen los vientos, llegan por las noches resabios de épocas pasadas. La tradición oral, que siempre se transmitió entre sus habitantes a lo largo de los años, ha contribuido a que se conozca el origen de aquellas letanías. Esto ocurre de vez en cuando, generalmente los fines de semana., cuando…´´el músculo duerme y la ambición descansa”…y es que los vientos traen el desgranar de acordes que alguna vez se pulsaron sobre un diapasón, de las varias guitarras que allí hubieron, es música no grata que pareciera estrellarse contra los nuevos vidrios, la música quiere entrar, pero no puede porque queda del otro lado.
A veces se oye el martilleo de algún metal sobre los pisos, lo cual hace pensar en caballos herrados, como si golpearan con sus cascos, otras veces parece oirse un rechinar de ejes, los mayores creen que alguien grita…”Vivan los novios”…porque en la parte que quedó afuera se festejaron tres casamientos.
Los más jóvenes creen oír voces de niños que cantan “cumpleaños feliz” y hay quienes aseguran haber oído globos de piñatas que cada tanto explotan.
Pero también en noches de frío cuando el viento castiga, pareciera que los vidrios tiemblan y el cerramiento tambalea.
Pero ya no son las nenas que cantan para ser las primeras en subir a la hamaca, o el glotón reclamo de algún rapaz que pide más panchos…
Con el azote del viento del invierno se renuevan antiguos lamentos, ecos de pesares y desdichas, a veces alguien ha creído percibir suaves palmadas de manos sobre alguna espalda, acompañadas de algún pésame, porque en ambas galerías, muchos visitantes buscaron el fresco en amanecidas noches de velatorios.
Pareciera que los que allí vivieron, han quedado del otro lado, antes andarían sus almas entre los vivos, ahora han quedado afuera, del otro lado…
El beneficioso y nuevo cerramiento les ha quitado su ancestral soberanía, su paso por la tierra.
Sufren y claman contra olvido.

Todas las cosas quieren persistir en su ser
Baruch Spinoza



Rodolfo Mauricio Rueda
Santa Fe, MCMXCIX

domingo, 7 de enero de 2007

Andares, barro, asfalto y empedrado.

1945



Fue un año decisivo, en cuyo transcurso se determinó el sentido que tendría la próxima década argentina.
…………………porque el país entero decidió entonces adquirir un determinado estilo político y asumir una determinada conciencia. Ciertos valores cayeron para siempre y ciertos valores quedaron afirmados, también para siempre, en 1945. Probablemente no haya año alguno, en el último medio siglo, que señale la transición nacional con caracteres tan claros y netos.
Desde un punto de vista puramente objetivo, 1945 es un año, pues, que merece un estudio detenido.
´´ El 45 ´´ - Félix Luna-
Editorial Sudamericana
Buenos Aires

* * *
Mis compañeros de escuela primaria y secundaria, y yo, nacimos en el año 1945.
Al comenzar el primer grado, la figura de Juan Domingo Perón y la de su esposa,
andaban en nuestros libros de lectura, en nuestros juegos, luego oficializados por los campeonatos infantiles, en los chistes y bromas de sus adversarios, a quienes llamaban
´´contreras´´, en los afiches gigantescos que se pegaban sobre las paredes, en los triunfos dedicados por los deportistas y en nombres de localidades.
Aquellos fueron los días de la Nueva Argentina, cuyos únicos privilegiados eran los niños.
El país asistía a una ruptura entre un orden antiguo y un futuro que profetizaba grandeza, muchas leyes sociales habían sido tratadas, pero no eran tomadas en serio.
La clase trabajadora, a través de las obras sociales y los gremios, comenzaba a viajar y conocer el país, fue el renacer de las clases oprimidas y postergadas, dice F. Luna en alguna parte de su obra citada, que la gente pobre no intentaba llegar a la calle Florida, había en esto algo así como una represión no reglamentada pero sí entendida.
Antes del golpe militar del 4 de junio, Robustiano Patrón Costas, flor y nata del conservadorismo, decía que… ´´ el obrero debía andar calzado con alpargatas ´´…
Nosotros, en edad de aprender a leer y escribir, estábamos increíblemente politizados, y a veces era necesaria la intervención de las maestras para acallar aquellas discusiones.
La idea de estar frente a aquel gran movimiento histórico, no admitía una zona gris o intermedia, a Perón se lo amaba o se lo odiaba.
Su esposa, al igual que muchos de nuestros mitos argentinos, debió morir en plena juventud para que su pueblo la ensalzara en apoteosis, nuestros libros de lectura la llamaban…´´ hada buena que ríes entre los ángeles ´´...
En todos los barrios de nuestra ciudad, mis compañeros y yo asistimos a los altares con cirios ardientes que en diversas unidades básicas se habían organizado.
El año 1950, denominado… ´´ del Libertador General San Martín ´´ está signado por clases alusivas, estudios de máximas, recuerdos de ejemplos de austeridad y renunciamientos, crecimos en medio de un país que nos alentaba al estudio de nuestros próceres y a sentirnos netamente argentinos.
Un nacionalismo popular, al cual tanto temieran los Estados Unidos de aquel entonces, nos invadía y nos poseía, haciéndonos sentir partes de un protagonismo que consistía en salir de casa para ir a la escuela, del mismo modo que nuestros padres ya habían partido a su trabajo, y la madre, que quedaba en casa, libraba las batallas cotidianas del orden interno del hogar y la economía doméstica, lavando a mano, asoleando la ropa, blanqueándola con adminículos a los cuales llamaban ´´ azul ´´, almidonando, conservando los alimentos en pequeñas heladeras que funcionaban a hielo comprado, sin ventiladores, y cocinando en cocinas de hierro, luego a gas de querosene, o en calentadores de bronce. La comida era casera, nutritiva, elaborada y substanciosa, criolla, española o italiana, aprendida de las enseñanzas de las madres, o sea de nuestras abuelas.
A la tarde, la hora del tejido o del zurcido, los radioteatros entretenían e invitaban a soñar, a la noche Blanquita Santos y Héctor Maselli, nos deleitaban con ´´ Qué pareja Rinso-berbia´´….Rinso era la marca de un jabón que auspiciaba dicho programa, antes había estado ´´ El Glostora Tango Club ´´, más tarde llegaban ´´ Los Pérez García ´´, con problemas y alegrías cotidianas, también estaban los programas de preguntas y respuestas, nosotros escuchábamos los radioteatros de aventuras….
Eran tardes de tomar la leche, con bizcochos o galletas, hacer los deberes y ganar la calle…la calle sin los peligros de hoy, y los huecos, baldíos y potreros…
Perón gobernó hasta 1955, fue derrocado por la llamada Revolución Libertadora.
En aquella Argentina, nací yo y crecí junto a mis amigos.
No es fácil comprender muchas cosas, que son dignas de verdaderos estudios sociológicos, insaciables y exhaustivos, podría decirse que los argentinos de entonces, para bien o para mal, vivimos y conocimos otro país.
Aún en nuestros días, viven argentinos irreconciliables.

Esta foto me fue tomada a fines de 1958, cuando finalizábamos sexto grado en el turno mañana de la Escuela Cristobal Colón, la maestra fue la señora Blanca Fontanilla de Dorbessan.
Yo soy el trecero desde la derecha, fila de atrás, hay compañeros fallecidos.
Pocho del Sur

Pocho del Sur. Historias del barrio.

Este sitio está en construcción, pero pronto podremos compartir muchas historias del barrio.
Pocho.